¿Quién es dueño de Facebook?

Emanuel Pastreich
11 min readSep 4, 2020

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“¿Quién es dueño de Facebook?”

Emanuel Pastreich

Candidato a la Presidencia de Estados Unidos

Independiente

19 de junio de 2020

Al discutir con mis amigos acerca de mis planes para presentarme como candidato a la Presidencia de Estados Unidos, me dijeron que mis ideas e intenciones eran nobles, pero que debería difundir mi mensaje a través de las redes sociales, Facebook en específico, y asegurarme de que mi perfil se pudiera encontrar fácilmente en los motores de búsqueda como Google.

Comprendí las buenas intenciones de quienes me instaban a actuar de esa manera y, en la medida de mis posibilidades, dada la falta de fondos, llevé a cabo un esfuerzo coordinado. Lamentablemente, al navegar en internet buscando los medios para correr la voz acerca de mi campaña, me di cuenta de que la verdad carece de valor para los poderes crueles y cobardes que acechan detrás de la cortina, en esa jungla llamada internet.

El ciberespacio del cual dependemos conforme tratamos de encontrar compañeros de viaje en esta lucha a favor de la justicia alrededor del mundo, que usamos para comunicarnos unos con otros acerca de las cuestiones vitales de nuestro tiempo y planificar juntos un futuro mejor, ese medio se ha vendido a quienes están obsesionados con las ganancias de corto plazo.

Es extraño, pero mis amigos ignoraban por completo el monopolio de la información que posee el motor de búsqueda de Google, que funciona como un medio inmisericorde para extraer ganancias a favor Alphabet, una empresa transnacional sin ninguna regulación. También ignoraban, o preferían ignorar, la naturaleza manipuladora, y a fin de cuentas criminal, de empresas privadas como Facebook y Twitter, que manipulan el discurso y obstaculizan la conversación entre los ciudadanos de la Tierra.

Tratamos de desesperación de ser considerados como clientes o propietarios de los servicios de internet. Para ello, nos alientan las campañas de relaciones públicas de dichas compañías, que pretenden hacernos pensar que Google y Facebook son caridades benévolas u organizaciones dedicadas a la búsqueda científica de la verdad, que rinden cuentas al gobierno.

Por supuesto, esas empresas toleran nuestros esfuerzos para promover el buen gobierno y una sociedad sana, siempre y cuando dichos esfuerzos no pongan en riesgo sus ganancias ni las ganancias de sus clientes. A menudo, ello implica es que su función principal es tomar tus exigencias de cambios reales para nuestro país y desviarlas hacia partidos políticos ineficaces e incluso deshonestos, ONG y otras criaturas que se alimentan en el cieno.

Estas empresas se ostentan como nobles instituciones (junto con una amplia gama de caridades farsantes creadas por ellas, pero hacen dinero al distraer a tus amigos y a ti, evitando que pienses de manera eficaz y organizada, y volviéndote adicto a la gratificación instantánea por medio de publicaciones y mensajes. Nos saturan con informes y discusiones sobre temas banales de Estados Unidos, para evitar que, como nación, nos unamos para enfrentar la crisis moral y económica.

Dicen que eres usuario de Google, Facebook, Twitter, Snapchat u otros motores de búsqueda y redes sociales, cuando en realidad eres un producto que tales empresas venden a sus clientes. Venden tu información privada, incluyendo perfiles detallados de tu vida personal, tus gustos y hábitos particulares y los de tus amigos y socios.

Más importante todavía, ofrecen a las empresas que te roban a ti y a Estados Unidos el servicio de distraerte y desviarte del camino. El servicio más valioso que ofrecen a los rico y poderosos es el de confundirte, creando incertidumbre en tu mente en cuanto a la verdad y en cuanto a quién dar tu confianza.

El coronavirus se convirtió en una tajada muy grande del negocio. Lo que venden es la confusión causada por el virus. Te presentan información contradictoria que nada tiene que ver con la búsqueda científica de la verdad.

¿Entonces cuál puede ser el fin que persiguen los medios y las redes sociales, al alimentarnos con información contradictoria adaptada para diferentes poblaciones y grupos demográficos?

Hay muchos motivos, pero el principal es generar desconfianza acerca de las instituciones. De los medios, de los funcionarios y expertos corruptos, los ciudadanos aprenden que han de desconfiar de todas las noticias, de todos los gobiernos, de la policía, de las universidades y los centros de investigación, que deben desconfiar, en fin, de cualquier autoridad. Ello significa que no quedarán más instituciones que puedan resistir al impulso de consolidar el poder de los ricos y poderosos. Google, Facebook, Twitter y otros, mientras que aparentan ser instituciones confiables que brindan datos científicos, desempeñan un papel fundamentar al facilitar este horrible proceso.

La creación de un gobierno y unas instituciones verdaderamente corruptos es parte del proceso. En este sentido, los informes no mienten.

La destrucción de todas las instituciones públicas y de todas las fuentes de análisis independiente y objetivo es un paso necesario para alcanzar la irremediable privatización del gobierno, de la educación y de todos los medios de comunicación.

Consideremos el último punto. La manera en que nos comunicamos con los demás forma parte del sistema político que estas empresas quieren controlar. Ya controlan la manera en que producimos alimentos, en que vivimos y lo que compramos. Pero si se apoderan de nuestras interacciones con los demás, si debemos pagar, directa o indirectamente, por el derecho a comunicarnos con familiares y amigos, a crear organizaciones y a defendernos a nosotros mismos, en esencia nos habremos convertido en esclavos. Si no podemos encontrarnos en persona, no podemos viajar, no podemos escribirnos cartas, correos electrónicos o llamarnos por teléfono si no es a través de ellos, ello implica no solamente que pueden espiar todos nuestros esfuerzos, sino también que pueden hacernos callar cuando se les venga en gana.

La República de Facebook

Quiero tomarme unos minutos para hablar acerca de la plataforma de Facebook, que según cierta empresa de nombre “Facebook” es propiedad de ellos y que la usan para manipular y engañar a la ciudadanía. No pretendo sugerir que nada más Facebook incurre en esta clase de comportamiento sin ética y ni siquiera pretendo decir que sea el peor. Antes bien, lo pongo como ejemplo porque tengo experiencia con Facebook y porque tiene un tremendo potencial para el progreso de Estados Unidos si se usa para el bien común.

Al vender al mundo entero una mentira, Facebook ha ganado para sus socios y accionistas muchos, muchísimos miles de millones de dólares. Facebook se presenta como una plataforma de cooperación compartida y transparente, que permite a todos los usuarios que la usen de manera gratuita. Sin embargo, no otorga a los usuarios ningún derecho para determinar cómo se administra Facebook. Antes bien, manipula a los ciudadanos por medio de la información que ofrece y vende la información que recaba a cambio de una ganancia. No es responsable sino ante las supercomputadoras que calculan sus ganancias.

No obstante, Facebook da acceso a más personas que cualquiera de sus competidores. Ello se debe a que la empresa fue capaz de pedir prestados miles de millones de dólares a una tasa de interés muy baja, para que pudiera apoderarse del mercado global.

Al mismo tiempo, Facebook se ha convertido en una potente plataforma de comercio internacional, que permite a gente de todo el mundo buscar colegas con intereses semejantes y entablar una correspondencia con ellos. Se puede usar para compartir fotos de gatos gordos y capuchinos, pero también podría ser una plataforma para discutir de manera constructiva acerca de la construcción de un mundo mejor. Facebook prefiere que te quedes con lo superficial.

En Facebook, no es fácil buscar personas con intereses semejantes (o por región) y no es posible guardar sistemáticamente los materiales que se envían o reciben por Facebook, para así poderlos consultar con facilidad. La información que se publica está diseñada para que, pasados algunos días, nadie más que Facebook y sus clientes pueda acceder a ella. No existe la manera de que un tercero pueda desarrollar apps originales que corran en Facebook, permitiendo a los usuarios incrementar sus funciones o personalizar sus páginas.

No obstante, incluso en el formato actual, tan primitivo, Facebook ofrece el potencial de una conversación amplia entre individuos inteligentes de todo el mundo. A pesar de que su actitud hacia los que buscan la verdad es cerrada, e incluso hostil, todavía la frecuentan activistas reflexivos, incluyendo alumnos de secundaria y preparatoria.

A pesar de que no fue diseñada para ese fin, Facebook ofrece una oportunidad para que las personas que están totalmente excluidas del debate político puedan colaborar y contribuir a sus comunidades locales o a la Tierra en su conjunto.

Si comparamos Facebook, una empresa comercial, con organismos internacionales para la gobernación global como la ONU, el Banco Mundial, la OCDE o cualquier otra organización internacional, se llega a la conclusión de que Facebook es, por mucho, un sistema más participativo que permite amplias discusiones.

Las organizaciones internacionales como la ONU llevan a cabo sus propios debates internos pero, por medio de arcanos textos técnicos o publicaciones en los medios de comunicación comerciales, anuncia sus decisiones sin permitir respuesta del público. Literalmente, no hay modo de que tú, un vendedor ambulante de Nigeria o un alumno de preparatoria de China puedan opinar acerca de las políticas promovidas por dichas organizaciones, incluso cuando les afecten de manera directa.

La ONU solamente reconoce como miembros a las naciones-Estado. Ahora que las instituciones en la mayoría de las naciones-Estado se encuentran desgajadas por las empresas transnacionales y por divisiones internas de clase, literalmente no hay manera de que los ciudadanos comunes puedan presentar por medio de su gobierno una propuesta ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Sin embargo, Facebook podría cumplir esa función, si se transformara en una institución global cuyos dueños y operarios fueran los ciudadanos del mundo. Podría ser una forma de gobernación internacional en todo el sentido de la palabra.

Recuerden que la empresa Facebook no construyó Facebook. Los usuarios lo hicimos. Igualmente, nosotros construimos Twitter, Snapchat y otras instituciones que las empresas afirman poseer. Nosotros, el pueblo, hicimos la tarea de poblar Facebook con contenidos valiosos y de formar redes eficaces.

Debemos pensar en las empresas que pretenden ser propietarios de Facebook como el equivalente de aquellos barones bandidos que construyeron el ferrocarril Union Pacific en el s. XIX. Personajes como Clark Durant y Mark Hopkins consiguieron dinero de los bancos para construir el Union Pacific con un astuto propósito lucrativo. Sin embargo, con el paso del tiempo esos ferrocarriles se convirtieron en organizaciones reguladas gracias al activismo de los ciudadanos. La ley de comercio interestatal de 1887 prohibió la discriminación en traslados cortos y otras prácticas predatorias. Se ordenó a los ferrocarriles de rueda libre que se conformaran con estrictas normas.

El servicio postal se transformó, de un revoltijo de empresas lucrativas, en un organismo gubernamental sin fines de lucro que brinda un servicio de importancia vital. Ahora, las empresas buscan la privatización del servicio postal. No obstante, ninguno de esos políticos cobardes se pone del otro lado: el servicio postal no se debe privatizar y Google, Facebook y Amazon tienen que convertirse en monopolios regulados o en cooperativas de usuarios.

Lamentablemente, aunque estamos altamente integrados por medio de los sistemas de producción y de logística, así como por sistemas de recopilación y distribución de datos, los ciudadanos de Estados Unidos y del mundo no nos conocemos unos a otros. Para responder a la amenaza global, debemos superar nuestra ignorancia e indiferencia hacia toda forma totalmente nueva de gobernación global participativa.

Facebook podría ser un mecanismo de unión. Para ello, debemos hacer fuertes exigencias. Debemos garantizar que Facebook nos pertenece y que no sea la propiedad de una corporación que nos roba. Debemos hacer propuestas concretas acerca de aquello en lo que Facebook se debe convertir, para empuja a Facebook y a empresas similares en la dirección correcta.

Puesto que Facebook como empresa lucrativa no tiene incentivos para aceptar nuestras exigencias, para construir una verdadera comunidad global en línea que nos pertenezca a todos hay que impulsar un fuerte cabildeo que permita lograr cambios en la manera en que se maneja (para que se permita a los usuarios decidir por medio de un proceso democrático cuál debe ser el diseño y estructura de Facebook).

Por otro lado, hay redes sociales alternas, pero tienden a contar con un número muy limitado de participantes porque les falta capital privado, y las empresas multinacionales las estrangulan a propósito.

Necesitamos un plan concreto para cambiar el gobierno interno de Facebook, debatido por todos los usuarios individuales de Facebook, y conseguir que ese plan sea aprobado y ejecutado a nivel local y global.

La administración de Facebook puede comenzar con reformas que lo hagan más accesible y transparente y que se oriente más hacia las necesidades de individuos y comunidades. Podemos empezar por exigir reformas simples, como permitir a los individuos que diseñen aplicaciones propias dentro de Facebook, con el derecho de cederlas o venderlas a otros miembros.

Como parte del proceso, por un proceso de elección se podría establecer comunidades locales, que determine las políticas locales y globales de Facebook.

La cuestión de la propiedad

El proceso de transformar Facebook en una colectividad controlada por nosotros solamente podrá comenzar cuando hagamos valer con toda fuerza que los contenidos de Facebook y las ganancias derivadas de Facebook son de nuestra propiedad. Hay que decir que Facebook es nuestro.

Aunque Facebook S.A. ostenta los derechos sobre todas las ganancias generadas sin dar nada a los usuarios que producen todos los contenidos y forman todas las redes, ese supuesto es cuestionable. Es evidente que Facebook es propiedad de sus creadores, y no de aquellos que tienen acceso a las finanzas internacionales o esas filas de abogados que están acostumbrados a dominar Facebook desde arriba.

Se necesita una discusión acerca de la propiedad y desarrollar propuestas concretas para definir la manera en que la propiedad de este espacio compartido para la comunicación será en el futuro. Estas propuestas pueden respaldarse con exigencias concretas, incluyendo planes para la propiedad compartida y el reparto de utilidades de Facebook, los cuales se implementarán a través de grupos organizados de usuarios.

Hacer que Facebook sea nuestro exige que pensemos de una manera nueva cuál es nuestro papel en la sociedad. Tenemos que despertar de sueño consumista en que hemos estado sumidos por largos años. Creo que la actual crisis económica, ecológica e ideológica puede bastar para despertarnos.

Como parte del proceso, habría una convención en la cual se redacte una constitución para Facebook, estableciendo los medios para su administración.

Dicha constitución abordaría lo siguiente:

1) la creación de mecanismos para que Facebook responda ante las necesidades de los ciudadanos;

2) Hacer que Facebook se ajuste a una serie de principios éticos;

3) Garantizar la completa transparencia en lo que respecta a las operaciones financieras y la estructura administrativa de Facebook, garantizando que todas las ganancias se repartan entre los usuarios que crean contenidos.

4) Garantizar que el capital privado nunca se use de manera que pueda controlar las políticas que se estipulen.

Se podría conjuntar un grupo de expertos de los campos de la programación, el diseño, el derecho, el arte, la filosofía, la literatura, la ingeniería, así como de las ciencias físicas, biológicas, sociales e informáticas. Este grupo podría reunirse en la convención para establecer el marco básico de la constitución. Después de la convención, podría haber un periodo de seis meses para realizar consultas entre la comunidad de usuarios de Facebook.

Después de las consultas, se podrían modificar las propuestas iniciales del grupo de manera que se pueda llegar a un consenso general. Vendría entonces la ratificación. Entonces, los usuarios de Facebook se convertirían en ciudadanos que votarían para crear la “República de Facebook”, con un sistema de gobierno transparente y responsable.

En mi gobierno, se establecería un sistema de micropagos que permitiera la justa distribución de las ganancias de la República de Facebook, para que éstas llegaran a los usuarios, en tanto que serían sus propietarios. Los ciudadanos de Facebook podrían vender o intercambiar sus creaciones y se les pagarían tarifas apropiadas por sus publicaciones, diseños, memes, música y videos. No habría necesidad de una Facebook S.A., excepto tal vez para que fungiera como contratista, así como Merit Network cumplió dicha función, administrando la mecánica en los inicios de internet.

Con una administración ética, Facebook podría ser el lugar donde se encuentren personas con intereses semejantes de toda la tierra, para trabajar a favor de una democracia participativa global, creando equipos que propongan proyectos de colaboración y soluciones creativas para los problemas comunes.

Facebook podría llegar a ser el medio para que todos aquellos que tienen metas similares, dondequiera que se encuentren, puedan asociarse en investigaciones y debates y en la ejecución de proyectos. En una era de financiamiento limitado, los recursos compartidos de grupos semejantes tienen un tremendo potencial.

Si contamos con voluntad ante la actual crisis global, podremos transformar la plataforma de Facebook en una forma legítima de gobernación democrática global. En este proceso, todo internet se transformaría en una democracia constitucional que promueve la participación, por medio de redes de ciudadanos en igualdad de circunstancias. Además, se podría lograr que funcionara por medio de energía 100% renovable.

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